ASPECTOS
PSICOLÓGICOS
CUALQUIER FORMA DE
ENTERRAMIENTO MASIVO TIENE SIEMPRE UN IMPACTO PSICOSOCIAL MUY NEGATIVO A NIVEL
INDIVIDUAL Y DE LA COMUNIDAD; CONTRARÍA EL DESEO Y LA VOLUNTAD MUY COMPRENSIBLE
QUE TODOS TIENEN DE DAR UNA DESPEDIDA DIGNA A SUS FAMILIARES Y AMIGOS. OTRO PROBLEMA
EN ESTE TIPO DE PROCEDER ES LA NO IDENTIFICACIÓN DE LOS CADÁVERES, LO QUE
INCREMENTA EL DOLOR Y LA INCERTIDUMBRE, Y COMPLICA EL DESARROLLO DE LOS
PROCESOS DE DUELO EN LOS SOBREVIVIENTES.
A pesar de que el número de
muertos y desaparecidos provocados por algunos desastres (terremotos,
huracanes, inundaciones, erupciones volcánicas y accidentes provocados por el
hombre) tienden a disminuir gracias a los sistemas de alerta y control cada vez
más eficientes, así como a una mejor preparación de la comunidad, todavía
existen ocasiones en las cuales el número de víctimas mortales puede ser muy
alto.
La existencia de gran
cantidad de cadáveres después de un desastre crea incertidumbre y temor en la
población que, a veces, se exacerban por las informaciones inexactas sobre el
peligro de epidemias que representan. También existe tensión y un sentimiento
de duelo generalizado; el caos reinante y el clima emocional pueden generar
conductas de difícil control. Esta situación requiere de intervenciones
sicosociales individuales y comunitarias apropiadas.
Pero las muertes masivas no
sólo se presentan en situaciones de desastres naturales o accidentes provocados
por el hombre; también en las guerras es un problema frecuente. Muchos países
de Latinoamérica, durante las últimas décadas, han sufrido conflictos armados
internos que se han caracterizado por la violación masiva de los derechos
humanos. La violencia se ha utilizado como un método de control social por parte
de las fuerzas participantes y han sido frecuentes las masacres indiscriminadas
de civiles, que no hacen distingos e incluyen mujeres, niños y ancianos. Por
otro lado, la mayoría de estas masacres han sido producto de procesos que
implicaron una instrumentación psicológica previa.
La demanda de grupos de la
población (o de líderes), en un inicio, de que se efectúen entierros en fosas
comunes se presenta casi siempre por la existencia de rumores o creencias
infundadas sobre peligros de epidemias, putrefacciones o intenciones de dar una
solución rápida a los problemas para no crear más traumas, etc. Sin embargo, la
familia como célula social nunca estará de acuerdo con que a sus deudos los de
dar una solución rápida a los problemas para no crear más traumas, etc. Sin
embargo, la familia como célula social nunca estará de acuerdo con que a sus
deudos los entierren de esa manera o sin respetar la debida identificación
previa. Por otro lado, el apresurarse innecesariamente a aplicar formas de
enterramiento masivas puede crear conflictos y reclamos posteriores, y también
dejar huellas sicosociales que hacen más difícil el proceso de recuperación.
En casos de conflictos
armados, la recuperación de la memoria histórica ha formado parte de las
estrategias de trabajo para la rehabilitación del tejido social y esto conlleva
a las exhumaciones y la entrega de los restos a las familias para que cumplan con
los rituales habituales del duelo y se dignifique a las víctimas.
El manejo y la disposición
de cadáveres es un problema con serias implicaciones psicológicas para la
familia y los sobrevivientes, además de otras consideraciones políticas,
socioculturales y de salud. También involucra derechos humanos que no pueden
ser obviados.
VULNERABILIDADES
ESPECÍFICAS
La vulnerabilidad es la
resultante de un proceso dinámico de interacción de diversos factores, que
determina que aparezca o no patología psiquiátrica u otros problemas emocionales
y de la conducta humana.
La presentación de muertes
masivas y grandes pérdidas en el contexto de una catástrofe significa una
condición de riesgo psicosocial elevado. La atención en salud mental debe
reconocer las diferencias de vulnerabilidad, en especial, las relacionadas con
el género y la edad, así como el riesgo de los propios miembros de los equipos de
respuesta que trabajan en la emergencia.
Las muertes masivas pueden
tener efectos diferenciados sobre las poblaciones masculinas y femeninas. Hay
evidencias de que, mientras la salud mental de los hombres se afecta más
inmediatamente, las mujeres sufren a más largo plazo y los trastornos psíquicos
son de inicio tardío.
Los patrones sociales y
culturales determinan que los hombres y las mujeres reaccionen de manera
diferente; los hombres tienden a reprimir las emociones dolorosas, les resulta
difícil hablar y hacerlo lo interpretan como una debilidad; las mujeres tienden
a comunicarse más fácilmente, a expresar sus temores, así como a buscar apoyo y
comprensión para sí misma y sus hijos.
EL
DUELO
Es de esperarse que después
de la muerte de uno o varios seres queridos se presente la tristeza, el
sufrimiento y la aflicción. El período de duelo es aquél en el cual la persona
asimila lo sucedido, lo entiende, lo supera y reconstruye su vida. Éste es un
proceso normal que no debe apresurarse ni tratar de eliminarse, así como
tampoco considerarlo como una enfermedad.
En nuestra cultura se siente
la necesidad de recordar al ser querido, de conmemorar su vida y su muerte,
como expresión de “que no será olvidado”, así como para enfrentar los propios
sentimientos de tristeza. La tumba, una lápida, una foto o flores en la casa
son formas comunes de hacerlo. La realización de los rituales que establece la
cultura comunitaria es parte importante del proceso de recuperación de los sobrevivientes.
El duelo se vivencia con una
mezcla de tristeza, angustia, miedo e ira; en el momento más crítico llega a
los extremos del dolor emocional muy intenso y la desesperación. Después viene
el alivio progresivo y concluye con expresiones de confianza y esperanza renovadas.
El proceso de duelo implica:



El modo de afrontar la
pérdida y llevar el duelo adecuadamente está en estrecha relación con los
siguientes factores:




En
situaciones de muertes masivas se han descrito los miedos y sentimientos que experimentan
los sobrevivientes:










Rodearon
el fallecimiento de la persona (su comportamiento, humillaciones,
etc.);
o vergüenza por las condiciones en que queda la familia después de los sucesos.
Las
manifestaciones psicológicas más frecuentes en situaciones de duelo son:






Actividad.

EL
PROCESO DE DUELO ALTERADO
En todas las sociedades existen
ritos, normas y formas de expresión del duelo, que se derivan de diferentes
concepciones de la vida y la muerte. En la cultura latina se desarrollan
determinados rituales como el velatorio del cadáver durante 24 horas, el entierro,
el acompañamiento de la familia por los amigos, la posterior realización de ceremonias
religiosas y la celebración de aniversarios.
Cuando se producen muertes
masivas, desapariciones, así como cadáveres no identificados, este proceso se
altera y no se pueden cumplir las diferentes facetas del mismo; incluso, en
muchos casos, no se dispone del cuerpo y se produce una sensación de vacío, de
“duelo frustrado o no resuelto”.
En condiciones de desastres
catastróficos y en la guerra, el duelo supone la necesidad de enfrentar otras
muchas pérdidas y tiene un sentido más amplio y comunitario; implica la ruptura
de un proyecto de vida, con una dimensión no sólo familiar, sino también
social, económica y política. Se puede identificar, entonces, no sólo el duelo
que individualmente vivencian las personas y su entorno familiar, sino que
existe un “duelo colectivo” que implica una atmósfera emocional de sufrimiento
y cólera que afecta la dinámica comunitaria. Se mezclan miedos y sentimientos,
se entorpecen los canales de comunicación y se modifican las conductas de grupo.
En períodos posteriores, es necesario trabajar la memoria histórica de ese
colectivo afectado.
Las circunstancias que hacen
más difícil enfrentar un proceso de duelo son3:





El proceso de duelo alterado
conduce, frecuentemente, a la aparición de trastornos siquiátricos que
requieren de intervenciones más especializadas, como en los siguientes casos
ocurridos en Guatemala, Colombia y Perú.
Un
incendio devastador en Lima, Perú6
La
noche del 29 de diciembre del 2001 a las 19:15 horas, aproximadamente se
produjo un gran incendio en la zona comercial conocida como 'Mesa
Redonda'
en el Centro Histórico de Lima, que causó la muerte de aproximadamente 270
personas. El incendio fue causado por un inadecuado almacenamiento y manejo de
productos pirotécnicos.
Muchos
de los cuerpos se encontraron carbonizados, por lo que el reconocimiento por
los familiares fue muy difícil. Participaron en la labor de acompañamiento e
intervención en crisis 27 psicólogos de la Sociedad
Peruana
de Psicología de Emergencias y Desastres, 87 psicólogos voluntarios y 60
personas voluntarias de diversas profesiones. La intervención
sicosocial en la morgue se dividió en dos grandes grupos. En la parte externa,
los psicólogos abordaban a las personas en grupos de 6 a 8 para brindarles
información veraz y actualizada. Así mismo, se coordinó con el Arzobispado de
Lima para que se hicieran presentes sacerdotes católicos en el lugar.
A la
parte interna de la morgue pasaban en grupos de 20 (hasta tres familiares por
desaparecido), donde recibían orientaciones y se les indicaba cuál era el
estado real de los cuerpos, así como la ruta que debían seguir, para lo que se
les asignaba un psicólogo o un voluntario como acompañante. En el segundo día y
frente a la presión, también se permitió el ingreso al sitio donde estaban los
cuerpos que eran irreconocibles; sin embargo, la gente lograba algunas
identificaciones positivas. En el interior de la morgue se creó un puesto médico
donde, si era necesario, los familiares eran abordados por el equipo de
contención de crisis. Se instaló una carpa de un organismo dependiente
de la Presidencia del Consejo de Ministros, que tenía a su cargo ofrecer los
servicios funerarios de manera gratuita.
En
el caso de los cuerpos que finalmente no fueron reconocibles, se enviaron a un
pabellón en el Cementerio El Ángel de Lima. Esta decisión calmó el temor de
muchos familiares que pensaban que podían ser quemados o enviados a una fosa
común. Esta acción permitió que muchas familias manejaran su duelo de una
manera más efectiva con el consuelo de disponer de un lugar dónde poder poner
un ramo de flores o elevar una plegaria.
ATENCIÓN PSICOSOCIAL A LOS
SOBREVIVIENTES
Frecuentemente
se enfrenta un panorama desolador con numerosas pérdidas humanas y materiales
en una situación de inseguridad y angustia.
Los
familiares de los desaparecidos son atormentados por la duda y falta de certeza
en cuanto a lo que realmente ocurrió. También, cuando las víctimas han sido enterradas
en fosas comunes o cremadas y no fueron debidamente identificadas, se crea una
situación de dolor prolongado e incertidumbre entre los familiares.
En
los primeros momentos es necesario utilizar técnicas de intervención en crisis para
los sobrevivientes. A continuación se dan algunas recomendaciones:





















Los criterios de remisión a
un especialista (psicólogo o médico psiquiatra) son limitados y específicos:





El uso de medicamentos debe
estar restringido a los casos estrictamente necesarios y sólo prescritos por
facultativos. No es recomendable el uso indiscriminado y por largos períodos de
psicofármacos; algunos, como los tranquilizantes, tienen efectos secundarios
importantes y crean adicción.
La gran mayoría de los casos
pueden y deben atenderse ambulatoriamente, en su contexto familiar y
comunitario. Por lo general, la hospitalización no es necesaria. En la vida
cotidiana es donde se activa la recuperación sicosocial de las personas después
de los eventos traumáticos importantes.
Para los niños
sobrevivientes se recomienda:






ATENCIÓN
PSICOSOCIALA LOS EQUIPOS DE RESPUESTA, EN ESPECIALAL PERSONAL QUE TRABAJÓ EN LA
IDENTIFICACIÓN Y LA DISPOSICIÓN DE CADÁVERES
Un grupo especialmente
vulnerable son los miembros de los equipos de primera respuesta encargados de
la manipulación de los cadáveres o restos humanos; muchos de ellos son
voluntarios jóvenes o personal de instituciones castrenses. También están los
encargados de realizar las autopsias los cuales se sienten abrumados y sobrecargados
en su carga laboral, cuando se presentan situaciones de muertes masivas. En forma
general, no debe olvidarse la amplia gama de trabajadores que de una forma u otra
intervienen en casos de esta índole.
No todos los profesionales y
voluntarios resultan aptos para estas labores, lo cual depende de variados
factores como su edad, personalidad, experiencias anteriores, creencias sobre
la muerte, etc. Se les debe informar de forma amplia sobre las características de
las labores que realizarán y evitar que personas menores de 21 años participen o
realicen labores de manejo de cadáveres.
Existen factores de riesgo
que incrementan la probabilidad de sufrir trastornos psíquicos:







Es
probable que el personal de los equipos de respuesta experimente algunas
dificultades al regresar a su vida cotidiana al terminar sus labores en la
emergencia. Éstas no deben considerarse, necesariamente, como expresión de
enfermedad y requieren, sobre todo, de apoyo y acompañamiento familiar y
social.
El
concepto de “vulnerabilidad universal”14 sostiene que no existe ningún tipo de entrenamiento
o preparación previa que pueda eliminar completamente la posibilidad de que una
persona que trabaje con víctimas primarias y fallecidas, sea afectada por síntomas
de estrés postraumático u otros trastornos psíquicos. Cuando se evidencie la
aparición de manifestaciones sicopatológicas importantes deben canalizarse los casos
hacia una ayuda especializada.
Algunas
recomendaciones generales para la atención a los miembros de los equipos de
respuesta son:


















Los
terapeutas deben mantener una actitud de escuchar responsablemente.
LA IMPORTANCIA DE UNA INFORMACIÓN VERAZ,
ADECUADA Y OPORTUNA
El
disponer de una información veraz, transparente, adecuada y oportuna es vital para
la contención emocional de los familiares y la población. La misma debe
comprenderse en varias dimensiones:



Las
autoridades y líderes comunitarios deben estar preparados para ofrecer
información directa ya sea individual o en grupos, así como para responder
preguntas y disponerse a la búsqueda de soluciones.
Los
medios de comunicación se caracterizan por una dualidad en su naturaleza; por
un lado, son empresas lucrativas y por otro, tienen una enorme responsabilidad social
por el servicio público que brindan.
Las
informaciones sobre desastres y grandes cantidades de muertos son explotadas, frecuentemente,
como sucesos noticiosos potenciando lo inédito, lo extraordinario o inaudito;
incluso se puede manipular cierto interés morboso del público. Sin embargo, se
debe insistir en el perfil ético y los aspectos de sensibilidad humana con que
se debe manejar la información sobre estos acontecimientos; el objetivo debe
ser una noticia veraz y responsable que sea capaz de orientar correctamente.
Para
las tareas de información es importante buscar el apoyo oportuno de vecinos y
organizaciones comunitarias que tienen, además de talento humano, un gran
conocimiento de la población y sus costumbres.
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