domingo, 24 de noviembre de 2013

TRABAJO EN LA INTERVENCION PSICOLOGICA EN EL MANEJO DE DUELO


ASPECTOS PSICOLÓGICOS

CUALQUIER FORMA DE ENTERRAMIENTO MASIVO TIENE SIEMPRE UN IMPACTO PSICOSOCIAL MUY NEGATIVO A NIVEL INDIVIDUAL Y DE LA COMUNIDAD; CONTRARÍA EL DESEO Y LA VOLUNTAD MUY COMPRENSIBLE QUE TODOS TIENEN DE DAR UNA DESPEDIDA DIGNA A SUS FAMILIARES Y AMIGOS. OTRO PROBLEMA EN ESTE TIPO DE PROCEDER ES LA NO IDENTIFICACIÓN DE LOS CADÁVERES, LO QUE INCREMENTA EL DOLOR Y LA INCERTIDUMBRE, Y COMPLICA EL DESARROLLO DE LOS PROCESOS DE DUELO EN LOS SOBREVIVIENTES.
 
 

A pesar de que el número de muertos y desaparecidos provocados por algunos desastres (terremotos, huracanes, inundaciones, erupciones volcánicas y accidentes provocados por el hombre) tienden a disminuir gracias a los sistemas de alerta y control cada vez más eficientes, así como a una mejor preparación de la comunidad, todavía existen ocasiones en las cuales el número de víctimas mortales puede ser muy alto.

La existencia de gran cantidad de cadáveres después de un desastre crea incertidumbre y temor en la población que, a veces, se exacerban por las informaciones inexactas sobre el peligro de epidemias que representan. También existe tensión y un sentimiento de duelo generalizado; el caos reinante y el clima emocional pueden generar conductas de difícil control. Esta situación requiere de intervenciones sicosociales individuales y comunitarias apropiadas.

Pero las muertes masivas no sólo se presentan en situaciones de desastres naturales o accidentes provocados por el hombre; también en las guerras es un problema frecuente. Muchos países de Latinoamérica, durante las últimas décadas, han sufrido conflictos armados internos que se han caracterizado por la violación masiva de los derechos humanos. La violencia se ha utilizado como un método de control social por parte de las fuerzas participantes y han sido frecuentes las masacres indiscriminadas de civiles, que no hacen distingos e incluyen mujeres, niños y ancianos. Por otro lado, la mayoría de estas masacres han sido producto de procesos que implicaron una instrumentación psicológica previa.

La demanda de grupos de la población (o de líderes), en un inicio, de que se efectúen entierros en fosas comunes se presenta casi siempre por la existencia de rumores o creencias infundadas sobre peligros de epidemias, putrefacciones o intenciones de dar una solución rápida a los problemas para no crear más traumas, etc. Sin embargo, la familia como célula social nunca estará de acuerdo con que a sus deudos los de dar una solución rápida a los problemas para no crear más traumas, etc. Sin embargo, la familia como célula social nunca estará de acuerdo con que a sus deudos los entierren de esa manera o sin respetar la debida identificación previa. Por otro lado, el apresurarse innecesariamente a aplicar formas de enterramiento masivas puede crear conflictos y reclamos posteriores, y también dejar huellas sicosociales que hacen más difícil el proceso de recuperación.

En casos de conflictos armados, la recuperación de la memoria histórica ha formado parte de las estrategias de trabajo para la rehabilitación del tejido social y esto conlleva a las exhumaciones y la entrega de los restos a las familias para que cumplan con los rituales habituales del duelo y se dignifique a las víctimas.

El manejo y la disposición de cadáveres es un problema con serias implicaciones psicológicas para la familia y los sobrevivientes, además de otras consideraciones políticas, socioculturales y de salud. También involucra derechos humanos que no pueden ser obviados.

VULNERABILIDADES ESPECÍFICAS

La vulnerabilidad es la resultante de un proceso dinámico de interacción de diversos factores, que determina que aparezca o no patología psiquiátrica u otros problemas emocionales y de la conducta humana.

La presentación de muertes masivas y grandes pérdidas en el contexto de una catástrofe significa una condición de riesgo psicosocial elevado. La atención en salud mental debe reconocer las diferencias de vulnerabilidad, en especial, las relacionadas con el género y la edad, así como el riesgo de los propios miembros de los equipos de respuesta que trabajan en la emergencia.

Las muertes masivas pueden tener efectos diferenciados sobre las poblaciones masculinas y femeninas. Hay evidencias de que, mientras la salud mental de los hombres se afecta más inmediatamente, las mujeres sufren a más largo plazo y los trastornos psíquicos son de inicio tardío.

Los patrones sociales y culturales determinan que los hombres y las mujeres reaccionen de manera diferente; los hombres tienden a reprimir las emociones dolorosas, les resulta difícil hablar y hacerlo lo interpretan como una debilidad; las mujeres tienden a comunicarse más fácilmente, a expresar sus temores, así como a buscar apoyo y comprensión para sí misma y sus hijos.


EL DUELO

Es de esperarse que después de la muerte de uno o varios seres queridos se presente la tristeza, el sufrimiento y la aflicción. El período de duelo es aquél en el cual la persona asimila lo sucedido, lo entiende, lo supera y reconstruye su vida. Éste es un proceso normal que no debe apresurarse ni tratar de eliminarse, así como tampoco considerarlo como una enfermedad.

En nuestra cultura se siente la necesidad de recordar al ser querido, de conmemorar su vida y su muerte, como expresión de “que no será olvidado”, así como para enfrentar los propios sentimientos de tristeza. La tumba, una lápida, una foto o flores en la casa son formas comunes de hacerlo. La realización de los rituales que establece la cultura comunitaria es parte importante del proceso de recuperación de los sobrevivientes.

El duelo se vivencia con una mezcla de tristeza, angustia, miedo e ira; en el momento más crítico llega a los extremos del dolor emocional muy intenso y la desesperación. Después viene el alivio progresivo y concluye con expresiones de confianza y esperanza renovadas.

El proceso de duelo implica:

*      liberarse o dejar atrás la relación con la persona fallecida,

*      adaptarse al mundo en otras condiciones, y

*      el esfuerzo por establecer nuevas relaciones.

El modo de afrontar la pérdida y llevar el duelo adecuadamente está en estrecha relación con los siguientes factores:

*      la personalidad del sobreviviente y la fortaleza de sus mecanismos de defensa,

*      la relación con el fallecido,

*      las circunstancias en que ocurrieron los hechos, y

 
 
*       la red de apoyo social (familia, amigos y comunidad).

En situaciones de muertes masivas se han descrito los miedos y sentimientos que experimentan los sobrevivientes:

*      Pesadumbre y aflicción por la pérdida de familiares y amigos que, en ocasiones, coexisten con pérdidas de tipo material. También existen pérdidas más sutiles y a veces intangibles, como la pérdida de la fe en Dios, la pérdida del sentido de la vida, etc.

*       Miedos prácticos: los temores a asumir los nuevos roles que le impone la desaparición de un miembro de la familia (la esposa viuda que se convierte en jefa del hogar) o el padre viudo a cargo de los hijos.

*      Miedos recurrentes a que pueda ocurrir algo nuevamente o que la muerte se va a cernir sobre otros miembros de la familia o la comunidad.

*      Miedo personal a morir: el miedo a lo desconocido o a enfrentar a Dios.

*      Sentimientos de soledad y abandono: es frecuente que los sobrevivientes experimenten que los familiares y amigos los abandonan en momentos difíciles.

*       Miedo a olvidar o ser olvidado.

*      Enojo: se sienten molestos contra los que los murieron y lo descargan contra

*      familiares o amigos cercanos.

*      Sentimientos de culpa: se sienten culpables en alguna medida de la muerte de los seres queridos. A veces, lo que suceda después de la muerte incrementa este sentimiento.

*      Vergüenza después de la muerte de un ser querido, por circunstancias que

Rodearon el fallecimiento de la persona (su comportamiento, humillaciones,

etc.); o vergüenza por las condiciones en que queda la familia después de los sucesos.

Las manifestaciones psicológicas más frecuentes en situaciones de duelo son:

*      Recuerdos muy vivos y reiterativos del fallecido y de lo ocurrido.

 

 
*      Nerviosismo o miedo, tristeza y llanto.

*      Deseos de morir.

*      Problemas con el sueño y el apetito.

*      Problemas de memoria y para la concentración mental.

*      Fatiga y pocas motivaciones y dificultades para retornar al grado normal de

Actividad.

*      Tendencia al aislamiento y la soledad.


EL PROCESO DE DUELO ALTERADO

En todas las sociedades existen ritos, normas y formas de expresión del duelo, que se derivan de diferentes concepciones de la vida y la muerte. En la cultura latina se desarrollan determinados rituales como el velatorio del cadáver durante 24 horas, el entierro, el acompañamiento de la familia por los amigos, la posterior realización de ceremonias religiosas y la celebración de aniversarios.

Cuando se producen muertes masivas, desapariciones, así como cadáveres no identificados, este proceso se altera y no se pueden cumplir las diferentes facetas del mismo; incluso, en muchos casos, no se dispone del cuerpo y se produce una sensación de vacío, de “duelo frustrado o no resuelto”.

En condiciones de desastres catastróficos y en la guerra, el duelo supone la necesidad de enfrentar otras muchas pérdidas y tiene un sentido más amplio y comunitario; implica la ruptura de un proyecto de vida, con una dimensión no sólo familiar, sino también social, económica y política. Se puede identificar, entonces, no sólo el duelo que individualmente vivencian las personas y su entorno familiar, sino que existe un “duelo colectivo” que implica una atmósfera emocional de sufrimiento y cólera que afecta la dinámica comunitaria. Se mezclan miedos y sentimientos, se entorpecen los canales de comunicación y se modifican las conductas de grupo. En períodos posteriores, es necesario trabajar la memoria histórica de ese colectivo afectado.

Las circunstancias que hacen más difícil enfrentar un proceso de duelo son3:

*      desapariciones,

*      imposibilidad de reconocer los cadáveres,

*      enterramientos colectivos,

*      masacres, y

*      los que, aunque supieron de la muerte y pudieron realizar un entierro, pero tienen muchos sentimientos de ira debido a lo brutal e injusto de la misma.

El proceso de duelo alterado conduce, frecuentemente, a la aparición de trastornos siquiátricos que requieren de intervenciones más especializadas, como en los siguientes casos ocurridos en Guatemala, Colombia y Perú.

Un incendio devastador en Lima, Perú6

La noche del 29 de diciembre del 2001 a las 19:15 horas, aproximadamente se produjo un gran incendio en la zona comercial conocida como 'Mesa

Redonda' en el Centro Histórico de Lima, que causó la muerte de aproximadamente 270 personas. El incendio fue causado por un inadecuado almacenamiento y manejo de productos pirotécnicos.

Muchos de los cuerpos se encontraron carbonizados, por lo que el reconocimiento por los familiares fue muy difícil. Participaron en la labor de acompañamiento e intervención en crisis 27 psicólogos de la Sociedad

Peruana de Psicología de Emergencias y Desastres, 87 psicólogos voluntarios y 60 personas voluntarias de diversas profesiones. La intervención sicosocial en la morgue se dividió en dos grandes grupos. En la parte externa, los psicólogos abordaban a las personas en grupos de 6 a 8 para brindarles información veraz y actualizada. Así mismo, se coordinó con el Arzobispado de Lima para que se hicieran presentes sacerdotes católicos en el lugar.

A la parte interna de la morgue pasaban en grupos de 20 (hasta tres familiares por desaparecido), donde recibían orientaciones y se les indicaba cuál era el estado real de los cuerpos, así como la ruta que debían seguir, para lo que se les asignaba un psicólogo o un voluntario como acompañante. En el segundo día y frente a la presión, también se permitió el ingreso al sitio donde estaban los cuerpos que eran irreconocibles; sin embargo, la gente lograba algunas identificaciones positivas. En el interior de la morgue se creó un puesto médico donde, si era necesario, los familiares eran abordados por el equipo de contención de crisis. Se instaló una carpa de un organismo dependiente de la Presidencia del Consejo de Ministros, que tenía a su cargo ofrecer los servicios funerarios de manera gratuita.

En el caso de los cuerpos que finalmente no fueron reconocibles, se enviaron a un pabellón en el Cementerio El Ángel de Lima. Esta decisión calmó el temor de muchos familiares que pensaban que podían ser quemados o enviados a una fosa común. Esta acción permitió que muchas familias manejaran su duelo de una manera más efectiva con el consuelo de disponer de un lugar dónde poder poner un ramo de flores o elevar una plegaria.

 
 

ATENCIÓN PSICOSOCIAL A LOS SOBREVIVIENTES


Frecuentemente se enfrenta un panorama desolador con numerosas pérdidas humanas y materiales en una situación de inseguridad y angustia.

Los familiares de los desaparecidos son atormentados por la duda y falta de certeza en cuanto a lo que realmente ocurrió. También, cuando las víctimas han sido enterradas en fosas comunes o cremadas y no fueron debidamente identificadas, se crea una situación de dolor prolongado e incertidumbre entre los familiares.

En los primeros momentos es necesario utilizar técnicas de intervención en crisis para los sobrevivientes. A continuación se dan algunas recomendaciones:

*      Tratarlos como sobrevivientes activos y no como víctimas pasivas.

*      Asistir y mostrar preocupación por la seguridad física y la salud.

*      Asegurarse que tengan abrigo, alimentación, vestuario y que puedan dormir.

*      Proporcionar apoyo emocional y un sentido de conexión con otras personas.

*      Asegurar privacidad y confidencialidad en la comunicación.


*      Facilitar que ventilen o cuenten su historia y afloren las emociones.

*      El que ofrece la ayuda psicológica debe desarrollar el sentido de escuchar responsable, cuidadosa y pacientemente. Los miembros de los equipos de respuesta deben explorar sus propias concepciones y preocupaciones sobre la muerte y no deben imponer su visión a aquéllos que ayudan.

*      No darle carácter médico a la atención. No tratar a las víctimas, necesariamente, como enfermos.

*      Más que dar consejos, debe permitirse la reflexión sobre lo sucedido y cómo enfrentar el futuro. Las orientaciones deben referirse más bien a cuestiones prácticas y canales de ayuda que se abren.

*      Proveer tanta información como sea posible y escuchar las dudas y problemas para contribuir a canalizarlos.

*      Favorecer el retorno a la vida cotidiana lo antes posible.

*      Evitar la intromisión de la prensa u otros grupos.
 
 

*      El apoyo espiritual o religioso es, generalmente, un instrumento valioso para calmar a los familiares.

*      Un elemento importante en el manejo de los duelos es favorecer la rápida tramitación

*      de la funeraria y lograr que sea gratuita o accesible para las personas de bajos

*      ingresos. La demora en la entrega de los cadáveres y la incertidumbre sobre los recursos

*      para el pago de los servicios funerarios crea aún mayor angustia y sufrimiento.

*      Frecuentemente, las autoridades no conceden mayor importancia al problema de

*      los servicios funerales, sobre todo en medio de la situación de caos creada por el

*      desastre. Sin embargo, para los familiares tiene una gran significación y puede ser

*      motivo de protestas y malestar colectivo.

Los criterios de remisión a un especialista (psicólogo o médico psiquiatra) son limitados y específicos:

*      Síntomas persistentes o agravados que no se han aliviado con las medidas iniciales.

*      Dificultades importantes en la vida familiar, laboral o social.

*      Riesgo de complicaciones, en especial, el suicidio.

*      Problemas coexistentes como alcoholismo u otras adicciones.

*      Las depresiones mayores, psicosis y el trastorno por estrés postraumático son cuadros psiquiátricos graves que requieren de atención especializada.

El uso de medicamentos debe estar restringido a los casos estrictamente necesarios y sólo prescritos por facultativos. No es recomendable el uso indiscriminado y por largos períodos de psicofármacos; algunos, como los tranquilizantes, tienen efectos secundarios importantes y crean adicción.

 
 
La gran mayoría de los casos pueden y deben atenderse ambulatoriamente, en su contexto familiar y comunitario. Por lo general, la hospitalización no es necesaria. En la vida cotidiana es donde se activa la recuperación sicosocial de las personas después de los eventos traumáticos importantes.

Para los niños sobrevivientes se recomienda:

 
*      Una estrategia de recuperación psicosocial flexible y no profesionalizada.

*      Considerar la escuela, la comunidad y la familia como espacios terapéuticos fundamentales. Los maestros, el personal comunitario, los grupos de mujeres Y los grupos de jóvenes se convierten en agentes de trabajo con los menores.

*      Fortalecer la capacitación, la atención y la motivación del personal que trabaje con niños.

*      Las técnicas grupales lúdicas son instrumentos esenciales para la recuperación psicosocial de los niños. Deben combinarse con la recreación y el deporte.

*      Favorecer, lo antes posible, el retorno a la vida normal incluyendo la escuela.

*      Aprovechar las tradiciones populares en lo referente a los cuidados y la atención de los menores afectados.

 

ATENCIÓN PSICOSOCIALA LOS EQUIPOS DE RESPUESTA, EN ESPECIALAL PERSONAL QUE TRABAJÓ EN LA IDENTIFICACIÓN Y LA DISPOSICIÓN DE CADÁVERES

Un grupo especialmente vulnerable son los miembros de los equipos de primera respuesta encargados de la manipulación de los cadáveres o restos humanos; muchos de ellos son voluntarios jóvenes o personal de instituciones castrenses. También están los encargados de realizar las autopsias los cuales se sienten abrumados y sobrecargados en su carga laboral, cuando se presentan situaciones de muertes masivas. En forma general, no debe olvidarse la amplia gama de trabajadores que de una forma u otra intervienen en casos de esta índole.

No todos los profesionales y voluntarios resultan aptos para estas labores, lo cual depende de variados factores como su edad, personalidad, experiencias anteriores, creencias sobre la muerte, etc. Se les debe informar de forma amplia sobre las características de las labores que realizarán y evitar que personas menores de 21 años participen o realicen labores de manejo de cadáveres.

Existen factores de riesgo que incrementan la probabilidad de sufrir trastornos psíquicos:

*      Las condiciones en que se encuentren los cadáveres (avanzado estado de descomposición, mutilados, calcinados, etc.) o que sólo se recuperen miembros o partes de los cuerpos.

*      Exposición prolongada a experiencias muy traumáticas.

*      Confrontación con aspectos éticos.

*      Exposición simultánea a otros traumas o situaciones estresantes recientes.

*      Antecedentes de trastornos físicos o síquicos.

*      Condiciones de vida desfavorables.

*      Un proceso de selección no riguroso del personal profesional.

Es probable que el personal de los equipos de respuesta experimente algunas dificultades al regresar a su vida cotidiana al terminar sus labores en la emergencia. Éstas no deben considerarse, necesariamente, como expresión de enfermedad y requieren, sobre todo, de apoyo y acompañamiento familiar y social.

El concepto de “vulnerabilidad universal”14 sostiene que no existe ningún tipo de entrenamiento o preparación previa que pueda eliminar completamente la posibilidad de que una persona que trabaje con víctimas primarias y fallecidas, sea afectada por síntomas de estrés postraumático u otros trastornos psíquicos. Cuando se evidencie la aparición de manifestaciones sicopatológicas importantes deben canalizarse los casos hacia una ayuda especializada.

Algunas recomendaciones generales para la atención a los miembros de los equipos de respuesta son:

*      Considerar las características y los patrones de conducta específicos de este grupo. Ellos, generalmente, se sienten satisfechos por lo realizado y desarrollan un espíritu altruista.

*      Mantenerlos en actividad es positivo, libera estrés y refuerza la autoestima.

*      Favorecer la rotación de roles, así como organizar adecuadamente los tiempos de trabajo; a quienes han manejado cadáveres durante un tiempo, después deben asignarse otras tareas menos impactantes.

*      Estimular el autocuidado físico y tomar descansos periódicos.

*      Garantizar la confidencialidad y el manejo ético de las situaciones personales y de la organización.

*      Redefinir las crisis como una posibilidad para el crecimiento.

*      Incluir a la familia en los procesos de ayuda y sensibilización.

*      Disminución de los condicionantes de estrés y valoración de estados emocionales subyacentes, antes y durante la emergencia.

*      Creación de espacios para la reflexión, la catarsis, la integración y la sistematización de la experiencia. Reconocer el enojo de algunos, no como algo personal, sino como la expresión de frustración, culpa o preocupación.

*      Estimular que entre ellos se manifieste el apoyo, la solidaridad, el reconocimiento y el aprecio mutuo.

 
 
*      Siempre que sea factible, los equipos implicados en el manejo y el reconocimiento de los cadáveres deben pasar por un proceso de atención o acompañamiento psicológico grupal al término de cada jornada de trabajo y una semana después de finalizar las operaciones. Las orientaciones para el personal que haya laborado en el manejo de cadáveres, después que retorne la normalidad y se reintegre a la vida cotidiana son:

*      Regresar a su rutina lo antes posible.

*      Realizar ejercicios físicos y de relajación.

*      Buscar contacto con la naturaleza.

*      Descansar y dormir lo suficiente.

*      Alimentarse de forma balanceada y regular.

*      No tratar de disminuir el sufrimiento con el uso de alcohol o drogas.

*      Buscar compañía y hablar con otras personas.

Los terapeutas deben mantener una actitud de escuchar responsablemente.

 

LA IMPORTANCIA DE UNA INFORMACIÓN VERAZ,

ADECUADA Y OPORTUNA

 
El disponer de una información veraz, transparente, adecuada y oportuna es vital para la contención emocional de los familiares y la población. La misma debe comprenderse en varias dimensiones:

*      directa individual,

*      directa grupal y comunitaria, y

*      por los medios de comunicación.

Las autoridades y líderes comunitarios deben estar preparados para ofrecer información directa ya sea individual o en grupos, así como para responder preguntas y disponerse a la búsqueda de soluciones.

Los medios de comunicación se caracterizan por una dualidad en su naturaleza; por un lado, son empresas lucrativas y por otro, tienen una enorme responsabilidad social por el servicio público que brindan.

Las informaciones sobre desastres y grandes cantidades de muertos son explotadas, frecuentemente, como sucesos noticiosos potenciando lo inédito, lo extraordinario o inaudito; incluso se puede manipular cierto interés morboso del público. Sin embargo, se debe insistir en el perfil ético y los aspectos de sensibilidad humana con que se debe manejar la información sobre estos acontecimientos; el objetivo debe ser una noticia veraz y responsable que sea capaz de orientar correctamente. Para las tareas de información es importante buscar el apoyo oportuno de vecinos y organizaciones comunitarias que tienen, además de talento humano, un gran conocimiento de la población y sus costumbres.
CLIKEA : http://helid.digicollection.org/pdf/s8244s/s8244s.pdf

No hay comentarios.:

Publicar un comentario