BASES PSICOFISIOLOGICAS DEL ESTRES
El organismo siempre se
encuentra en un estado de estrés mínimo que, ante determinadas situaciones, se
incrementa pudiendo producir un efecto beneficioso o negativo, dependiendo de
si la reacción del organismo es suficiente para cubrir una determinada demanda
o ésta "supera" a la persona. Este nivel de equilibrio dependerá de
los factores individuales (disposición biológica y psicológica) de las
distintas situaciones y experiencias.
Un determinado grado de
estrés estimula el organismo y permite que éste alcance su objetivo, volviendo
a la "normalidad" cuando el estímulo ha cesado. Por ejemplo, cuando
un atleta intenta conseguir un buen resultado en una competición, está sometido
a un estrés que implica un aumento de la actividad muscular (más irrigación, el
corazón late más rápido, etc.) lo que le ayudará a alcanzar el éxito y
conseguir su objetivo. Una vez finalizadas las pruebas atléticas, se produce un
descenso de las constantes y el organismo vuelve a su estado basal.
Cuando se mantiene la
presión y se entra en el estado de resistencia, las personas empiezan a tener
una sensación de disconfort (tensión muscular, palpitaciones, etc.). Si
continúa el estresor, se llega al estado de agotamiento, con posibles
alteraciones funcionales y/u orgánicas: son las llamadas "enfermedades de
adaptación". Estos síntomas son percibidos como negativos por las personas
y producen preocupación, lo que a su vez agrava los síntomas y así puede llegar
a crearse un círculo vicioso.
RESPUESTA
FISIOLÓGICA DEL ESTRÉS
La respuesta fisiológica es
la reacción que se produce en el organismo ante los estímulos estresores. Ante
una situación de estrés, el organismo tiene una serie de reacciones
fisiológicas que suponen la activación del eje hipofisosuprarrenal y del
sistema nervioso vegetativo.
El eje hipofisosuprarrenal
(HSP) está compuesto por el hipotálamo, que es una estructura nerviosa situada
en la base del cerebro que actúa de enlace entre el sistema endocrino y el
sistema nervioso, la hipófisis, una glándula situada asimismo en la base del
cerebro, y las glándulas suprarrenales, que se encuentran sobre el polo
superior de cada uno de los riñones y que están compuestas por la corteza y la
médula.
El sistema nervioso
vegetativo (SNV) es el conjunto de estructuras nerviosas que se encarga de
regular el funcionamiento de los órganos internos y controla algunas de sus
funciones de manera involuntaria e inconsciente.
Ambos sistemas producen la
liberación de hormonas, sustancias elaboradas en las glándulas que,
transportadas a través de la sangre, excitan, inhiben o regulan la actividad de
los órganos
EJE HIPOFISOSUPRARRENAL
Se activa tanto
con las agresiones físicas como con las psíquicas y, al activarse, el
hipotálamo segrega la hormona CRF (factor liberador de corticotropina), que
actúa sobre la hipófisis y provoca la secreción de la hormona adenocorticotropa
(ACTH). Esta secreción incide sobre la corteza de las glándulas suprarrenales,
dando lugar a la producción de corticoides que pasan al torrente circulatorio y
producen múltiple incidencia orgánica, como se verá más adelante. Los
corticoides que se liberan debido a la ACTH son:


SISTEMA
NERVIOSO VEGETATIVO
Este sistema mantiene la
homeostasis del organismo. La activación simpática supone la secreción de
catecolaminas, que son:
L LA ADRENALINA segregada por parte de la
médula suprarrenal, especialmente en casos de estrés psíquico y de ansiedad.
L LA NORADRENALINA segregada por las
terminaciones nerviosas simpáticas, aumentando su concentración principalmente
en el estrés de tipo físico, en situaciones de alto riesgo o de agresividad.
Estas hormonas son las
encargadas de poner el cuerpo en estado de alerta preparándolo para luchar o
huir. Son las que permiten enlazar el fenómeno del estrés con los fenómenos
psicofisiológicos de la emoción. Ambas intervienen en los siguientes procesos:









El origen histórico del
concepto de estrés parte de las investigaciones que realizó Hans Selye en el
año 1936 y que dieron lugar al llamado síndrome general de adaptación.
Ante una situación de
amenaza para su equilibrio, el organismo emite una respuesta con el fin de
intentar adaptarse. Selye define este fenómeno como el conjunto de reacciones
fisiológicas desencadenadas por cualquier exigencia ejercida sobre el
organismo, por la incidencia de cualquier agente nocivo llamado estresor. Se
puede definir, pues, como la respuesta física y específica del organismo ante
cualquier demanda o agresión, ante agresores que pueden ser tanto físicos como
psicológicos.
Síndrome general de adaptación (Hans
Selye, 1936)
En este proceso de
adaptación por parte del organismo se distinguen las fases de alarma, de
adaptación y de agotamiento.
FASE
DE ALARMA
Ante la aparición de un
peligro o estresor se produce una reacción de alarma durante la que baja la
resistencia por debajo de lo normal. Es muy importante resaltar que todos los
procesos que se producen son reacciones encaminadas a preparar el organismo
para la acción de afrontar una tarea o esfuerzo (coping). Esta primera fase
supone la activación del eje hipofiso suprarrenal; existe una reacción
instantánea y automática que se compone de una serie de síntomas siempre
iguales, aunque de mayor a menor intensidad:








FASE
DE RESISTENCIA O ADAPTACIÓN
En ella el organismo intenta
superar, adaptarse o afrontar la presencia de los factores que percibe como una
amenaza o del agente nocivo y se producen las siguientes reacciones:


FASE
DE AGOTAMIENTO
Ocurre cuando la agresión se
repite con frecuencia o es de larga duración, y cuando los recursos de la
persona para conseguir un nivel de adaptación no son suficientes; se entra en
la fase de agotamiento que conlleva lo siguiente:


MODELO
BIOPSICOSOCIAL
Este modelo relaciona una
situación determinada y la vivencia de esta situación, con las consecuencias
fisiológicas expuestas hasta ahora y nos proporciona una estrategia para
localizar factores ambientales estresantes y analizar sus consecuencias en el
aspecto individual.
Hemos visto que cualquier
situación que reconocemos (proceso cognitivo) da señales de la corteza cerebral
al hipotálamo y, vía el sistema nervioso vegetativo (automático), a la médula
de las glándulas suprarrenales, que responden liberando adrenalina y
noradrenalina, que son las llamadas hormonas del estrés; estas hormonas movilizan
nuestro cuerpo y nos hacen luchar o abandonar (fight or flight).
Cuando la situación produce
sentimientos de distrés o desamparo, el cerebro envía también mensajes al
córtex de los suprarrenales, que segrega otra hormona del estrés: el cortisol,
que juega un papel importante en el sistema inmunológico. Esto es más complejo
e incluye la liberación de ACTH de la glándula pituitaria.
Según la percepción que se
tenga de las demandas de trabajo, la respuesta del organismo será diferente; ya
Selye distinguía entre reacciones agradables o eutress y desagradables o
distress.
Las reacciones fisiológicas
dependerán de la percepción que se tenga de las demandas de trabajo, la
respuesta del organismo será diferente en cada caso; por ejemplo, las tareas
exigentes pero controlables inducirían esfuerzo pero sin distrés. A nivel
fisiológico se traduce en un aumento de las catecolaminas y la supresión activa
de la secreción de cortisol.
Los estudios actuales se
centran en dos dimensiones que son, por un lado, el nivel de actividad o
pasividad que implica la tarea, y por otro, la dimensión afectiva según el
estado de humor sea positivo o negativo; en cada caso se producen una serie de
reacciones cuyo resultado es el afrontamiento (coping) de la situación no
deseada o el vencimiento ante la misma.
Los estudios experimentales
basados en esta teoría han permitido identificar dos características
específicas de los procesos de trabajo, en función de la percepción que se
tenga del trabajo o de la actitud ante el mismo: positiva (eutrés) o negativa
(distrés) y en relación al contenido de la tarea: actividad o pasividad.
La combinación de ambas
variables conduce a la identificación de algunas de las características
específicas de los procesos de trabajo que promueven determinadas actitudes y
que se relacionan con las respuestas neuroendocrinas y son las siguientes
Fig. 3: Relación entre
procesos de trabajo y respuestas neuroendocrinas
ESFUERZO
Y EUTRÉS: En
este grupo se puede incluir a las personas que desarrollan un tipo de trabajo
de gran control personal, creatividad, y muy dedicados a su trabajo. En estos
casos se produce un aumento de la secreción de catecolaminas, y el cortisol se
halla muy bajo o inexistente. Se encuentran en este grupo, por ejemplo, los
empresarios, los artistas, los científicos, los artesanos, etc., pues en este
tipo de profesiones se suelen realizar trabajos con un alto grado de autocontrol
y autonomía. Parece ser que, el hecho de que el cortisol esté bajo hace
decrecer el riesgo de sufrir un ataque cardíaco.
NO ESFUERZO Y EUTRÉS: En
este caso, la no actividad se acepta como algo positivo, dándose un descanso de
cuerpo y mente. El nivel de las hormonas está bajo.
ESFUERZO Y DISTRÉS: Esta situación se da en
aquellos trabajos que implican elevadas exigencias de producción, pero en los
que la persona tiene un bajo control de la situación. Es común en los trabajos
repetitivos, y en los trabajos en cadena. El esfuerzo va acompañado de un
aumento de la secreción de las catecolaminas que, a su vez, provoca efectos
negativos, lo que tiende a aumentar la secreción de ambas hormonas:
catecolaminas y cortisol.
POCO ESFUERZO Y DISTRÉS:
Personas sin empleo y en trabajos muy coercitivos, en los que la persona tiene
muy poca o ninguna autonomía. Se acompaña de una liberación de hormonas del
estrés, en particular de cortisol.
Para resumir todo ello,
podríamos decir que el aumento de catecolaminas es debido a la exigencia de
tener que rendir y el descenso de cortisol significa poder afrontar la
situación.
VALORACIÓN/PREVENCIÓN
Los recientes avances en los
conocimientos acerca de cómo el cerebro regula las funciones endocrinas han
desembocado en una reorientación en la investigación psicobiológica del estrés
humano y del proceso de afrontamiento ante las situaciones estresantes. Hasta
hace poco, el cerebro y el sistema endocrino se consideraban entidades
separadas; se veía al cerebro como mediador entre el organismo y el entorno
exterior. Por otro lado, se consideraba que el sistema endocrino estaba
orientado hacia el entorno interno del cuerpo, la regulación del crecimiento,
el metabolismo, y la reproducción.
Hoy en día, en cambio,
sabemos que entre el cerebro y el sistema endocrino existe una interrelación
constante, que puede seguirse de forma continua mediante el empleo de las
modernas técnicas de monitorización ambulatoria, que permiten conocer de manera
instantánea qué es lo que hace aumentar la presión sanguínea, latir el corazón
más rápidamente, o contraer los músculos. Estas técnicas permiten monitorizar
las respuestas del cuerpo bajo unas condiciones reales, inclusive en el puesto
de trabajo, sin que interfieran en la actividad normal de las personas. De esta
manera se pueden identificar aspectos negativos o adversos del entorno
psicosocial, así como los factores de protección, amortiguadores que protegen a
las personas contra influencias potencialmente nocivas.
Uno de los métodos que se
utiliza actualmente para el estudio de las respuestas fisiológicas del estrés
es el análisis de las alteraciones hormonales que se producen en el organismo.
Las hormonas del estrés pueden ser determinadas en sangre, orina y saliva; y
las técnicas que se utilizan principalmente son la fluorometría, la
cromatografía líquida y el
inmunoensayo.
Al hacer una determinación analítica hay que tener en cuenta las variaciones
que sufren estas sustancias a lo largo del ciclo circadiano; a grandes rasgos,
puede decirse que alcanzan el punto máximo por la mañana y van decreciendo a lo
largo del día.
Un objetivo que deberían
conseguir las personas que se dedican a la investigación del estrés es
identificar aquellos factores del ambiente laboral que provocan respuestas
fisiológicas, y luego determinar cuándo estas respuestas pueden ser de
adaptación y promueven la salud y cuándo provocan una desadaptación y son
potencial mente dañinas para la salud.
Silvia Nogareda Cuixart
Licenciada en Medicina y Cirugía Esp. Medicina de Empresa
CENTRO NACIONAL DE
CONDICIONES DE TRABAJO
excelente información, me parece relevante destacar que los trastornos psicológicos que se producen como consecuencia de los desastres se traducen en pérdidas económicas para el estado y las empresas privadas por la pérdida de rendimiento en los puestos de trabajo. también hay que considerar que la intervención psicológica es de mucha importancia en cuanto a la mejoría de las personas en un momento de crisis o desastres. muchas gracias.
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